El trabajo de Natalia González Zaragoza contiene un fundamento de la composición pictórica tradicional, pero que en su resolución estética expresa la diversidad de experiencias visuales pertenecientes al arte contemporáneo más experimental. Son emociones que grafican los estados de ánimo y ensoñaciones de esta artista española nacida en 1978, que plasma en sus obras experiencias de vida, donde todo posee un significado, pero que es transformado constantemente en relación a los elementos y colores que presenta en sus composiciones.
Rompe con aquellos valores tradicionales y elementos alusivos al realismo. Nos muestra que la realidad y la ficción son parte del mismo espectro de la interpretación subjetiva, un instante en que se percibe más allá de lo figurativo y evoca emociones y sentimientos puros de la experiencia estética que se nos presenta. No es necesario completar las formas para comprender un mensaje que busca implicar al espectador dentro del reconocimiento del instante plástico. La realidad, vista por Natalia González Zaragoza, se presenta como un momento evasivo, la inspiración para sus obras no viene de la documentación fidedigna de la vida contemporánea, sino más bien de las experiencias, que por medio del estudio son plasmadas en sus obras.
Como menciona San Agustín: “Hay cosas que guardamos dentro de nosotros, pero solamente sus imágenes; ¿pero dónde caben tantas imágenes?”. Es una interrogante que nos aproxima a la consolidación de la artista como un ente contenedor de experiencias que irá plasmando dentro de sus obras aquello que ha percibido como una vivencia emocional, y que nos llevarán como espectador a experimentar el fenómeno de lo observado.
La técnica y metodología por medio de la cual Natalia González Zaragoza realiza sus obras, consolida la idea de que es una artista que no deja detalle al azar. Parte desde el bosquejo, superponiendo capas e imágenes: “la composición cambia gradualmente. Tiene para mí un sentido estético y simbólico, eventualmente se transformará en algo interesante”, en sus palabras. La eliminación o desdibujamiento de las imágenes es un medio por el cual la artista desarrolla un discurso poderoso, que se revela ante el espectador a medida que va aprehendiendo su contenido estético y visual.
Los medios utilizados para completar sus obras no se relacionan con un seguimiento estricto de la metodología tradicional, parece ser que se trata de una decisión por satisfacer una idea e imagen específica que posee la artista: “yo realizo bosquejos. Mis pinturas no son un collage, ya que siempre estoy buscando una composición interesante, o una yuxtaposición de imágenes que den sensación de movimiento, que den sensación que está sucediendo algo, que no parezca constreñida”. No es el ejercicio de diseñar por el afán de reconstruir una realidad, para Natalia es divertido pintar de forma naturalista, pero no es el resultado que busca. Esta afirmación nos permite adentrarnos aún más en su visión global como artista, la cual se reafirma en la necesidad de perpetuar un estilo estético único y profundo: que revela un panorama interno que debemos explorar. El equilibrio entre composición y color –tema que se ha venido estudiando desde el renacimiento– mantiene como constante a la pregunta: ¿cómo se compensa la relación entre uno y otro? Se considera siempre que las formas que construyen una composición se relacionan más con lo estructurado; mientras que el color siempre se ha ligado a lo emocional.
Pero estas distinciones se han ido transformando a lo largo de los años. No son nociones fijas: Natalia González Zaragoza juega con la idea de la composición más clásica, donde las líneas en las que se sustentan los elementos se encuentran compartimentadas siguiendo una estructura de modelos tomados desde el renacimiento. Pero las exploraciones la llevaron a mirar al color y su expresión de otras formas, tomando como respaldo la emoción que acompaña el lado más emocional de la pintura. Hay color y yuxtaposición de elementos y formas, pero que permanecen como una relación dinámica en sus composiciones.
La producción de Natalia González Zaragoza está asentada en un discurso figurativo que va más allá de lo representado: que busca intrigar al espectador, invitarlo a cuestionarse el rol de lo real dentro de su percepción. Pero no es sólo el color o la forma la que entrega únicamente el mensaje – es la relación entre ambos, es el uso de técnicas generadas por la artista para crear sensaciones nuevas. La recreación de elementos compositivos hace que la lectura de las piezas genere una alianza entre mente y emoción, unidos por la experiencia estética. Es la ruptura con lo clásico transformando el lenguaje de éste en un código propio, la reinvención de un formato dentro de la historia del arte, con un giro hacia lo etéreo.
